Los abrazos son una de esas cosas que, aunque puedan parecer pequeñas, significa mucho más, tanto para el que lo da como para el que lo recibe.
Esta muestra de afecto favorece la salud emocional de los seres humanos. Pero si por algo se ha caracterizado la pandemia es por la falta o la escasez de ellos. Y ya que son pocos los que damos, a lo mejor sería una buena idea saber cuáles son sus beneficios y cuál es la mejor forma de darlos.

Desde hace años es famosa la frase sobre los abrazos de Virginia Satir: “los seres humanos necesitamos cuatro abrazos diarios para sobrevivir, unos ocho para mantenernos y 12 para crecer”

El apego seguro se desarrolla gracias a la mirada, el tacto y el tono de voz de sus padres: “Uno de los principales mecanismos para conseguir el ansiado apego seguro son los abrazos. Cuando un niño desregulado (miedo, rabia) es abrazado por sus seres queridos, disminuye el cortisol y la adrenalina, neurotransmisores que causan la sensación de estrés e inquietud en el menor. 

El abrazo libera endorfinas, dopamina y oxitocina (la hormona del amor). La dopamina es un neurotransmisor que se pone en marcha cuando hacemos actividades placenteras como recibir un abrazo”. Este gesto de cariño permite conectarnos emocionalmente entre nosotros: “Los bebés, los niños y los adultos necesitamos del tacto, las caricias y los abrazos. Estos tranquilizan, desestresan y reequilibran a las personas. Un abrazo resetea”

Los abrazos también ayudan a que los niños sean más listos. Unos investigadores encontraron que los bebés institucionalizados que recibieron abrazos durante 20 minutos adicionales por día durante 10 semanas obtuvieron mejores resultados en las evaluaciones del desarrollo que aquellos que no lo hicieron.

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