La oxitocina es una hormona asociada a comportamientos sociales y sentimentales.

Genera sensaciones de agrado y plenitud. Por eso se le conoce popularmente como “la hormona de la felicidad” y contribuye a que confiemos en los demás. Así mismo, está muy presente en los momentos de alegría. También ayuda a inhibir el cortisol, la hormona del estrés.

Cuando el gen de la oxitocina está menos activo en la producción de esta hormona, se dice que está “metilado” y si esto ocurre, también hay menos actividad social, menos sentimientos amorosos y escaso sentimiento de felicidad.

Un estudio verificó que el maltrato a un niño provoca mayores niveles de “metilación” en el gen de la oxitocina. Dicho de manera sencilla, hace que esta hormona esté más inactiva o que se segregue menos. Para llegar a esa conclusión se tomaron muestras de ADN en niños que habían sufrido maltrato y en niños que no.

Al comparar esas muestras, corroboraron que el gen de la oxitocina estaba mucho más inactivo, en los niños maltratados. A su vez, esto provocaba cambios en el cerebro, como menor volumen del lóbulo parietal superior izquierdo. Esta zona está asociada a la empatía. También había menos actividad en el “putamen derecho”, una región vinculada con el sistema de recompensa.

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