Gracias al desarrollo de las tecnologías de neuroimagen, se ha comprobado con cómo el trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales, dejando ver zonas neuronales marcadas, lo que reduce el bienestar de la persona.

Una infancia de maltrato deja marca profunda. El abuso, los gritos, el abandono, los golpes, los vacíos y la sombra persistente del miedo no solo asientan las bases del estrés postraumático, sino que también reduce en la edad adulta la esperanza de vida.

Este núcleo de la población tiene un riesgo mayor de sufrir desde diabetes hasta enfermedades cardiovasculares. Así, y más allá de lo impactante de este tema, cabe señalar que hay una puerta a la esperanza. Este tipo de descubrimientos nos permite desarrollar abordajes médicos más efectivos para mejorar la vida de la persona.

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