Hay conversaciones que salvan vidas. Lo sé porque, además de investigadora de la conducta suicida, colaboro como psicóloga y orientadora en el Teléfono de Prevención del Suicidio de Cataluña (Carmen Tejedor)

El suicidio juvenil ha sido reconocido a nivel mundial como un problema sociosanitario grave, tanto por el número elevado de casos como por el impacto que provoca en los propios afectados, en sus familiares y en la sociedad en general.
Dada su gravedad, muchos investigadores han intentado explorar los factores relacionados con la conducta suicida. En un destacado metanálisis encontraron que quienes habían vivido cuatro o más eventos adversos en la infancia (incluyendo maltrato infantil y abuso sexual) tenían hasta siete veces más riesgo de desarrollar problemas sociales, mentales y físicos (incluyendo suicidio), comparados con aquellos que no habían experimentado ningún evento adverso en su infancia.

Violencia interpersonal y conducta suicida

La violencia interpersonal es un grave problema de salud pública y social, que ocasiona un malestar significativo en los niños y jóvenes.

Otras investigaciones sugieren que algunas características específicas del abuso sexual aumentan el riesgo de conducta suicida. Concretamente los casos de abuso sexual que involucran contacto y penetración. Pero también los casos de abuso sexual intrafamiliar, en los que el niño o niña es agredido por alguien en quien confía, su cuidador o una figura de apego. Se cree que esto puede sacudir el sentido básico de confianza que los niños tienen hacia sí mismos y hacia el mundo, desalentándolos en la búsqueda de ayuda y favoreciendo el desarrollo de problemas emocionales o psicológicos que pueden conducir a la conducta suicida.

Sin embargo, y aunque las experiencias de victimización se consideran factores que precipitan el desarrollo de conducta suicida, no todos los jóvenes que han sido víctimas manifiestan esta conducta. Esta diferencia puede atribuirse a otros factores personales o contextuales, como por ejemplo el apoyo social o la relación positiva con la familia, que pueden desempeñar un papel protector y ayudar a superar situaciones adversas, un concepto conocido comúnmente como resiliencia.

A la vista de estos datos, los niños y jóvenes que han sufrido violencia interpersonal deberían ser especialmente considerados en los programas de prevención del suicidio, donde profesionales especializados pueden desempeñar un papel fundamental en la identificación y acompañamiento de las víctimas.

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