Compartimos el testimonio de Marilola Espinosa, una acogedora a la que se le ha hecho un homenaje en Jaén por su labor, ella considera el acogimiento familiar como un destino en su vida.

“Hasta el día de hoy, treinta niños tutelados han pasado por aquí desde que tuvimos a la primera, que todavía sigue con nosotros, aunque ya independizada, con su trabajo y su vivienda propia; tenemos también un saharaui que vive con nosotros y ahora viene una niña con síndrome de Down, que se la trae mi hija”

“Cuando promocionamos el acogimiento, siempre se resalta mucho que tiene que estar de acuerdo toda la familia, esto es precioso pero muy duro, muy difícil en ocasiones, no todos los niños vienen bien y tenemos que estar todos de acuerdo, a veces es muy sacrificado”

“Siempre te acuerdas de los mejores momentos, y los peores se olvidan; el fin de esto es que el niño pueda tener las mismas oportunidades que el resto, porque se lo merece. Y luego, cuando se van y sabes que están con papás que los aman muchísimo, ese es el mejor premio que te pueden dar”

Los años van pesando, las fuerzas y la energía ya no son las mismas y Marilola va desacelerando, pero de ahí a desvincularse de esta hermosa historia de solidaridad va un trecho, pero que muy largo: 

“Lo que tiene que primar es el bienestar superior del menor, hay que dejar aparte el egoísmo, que a veces frena a la gente a la hora de acercarse al acogimiento. ¿Que sufres cuando tienes que dejar al niño? Claro que sí, pues lloras y sigues. No es fácil, pero sí enriquecedor, y lo mejor de todo es cuando te das cuenta del trabajo que haces para sacar a uno de ellos de un entorno desestructurado; tú eres el inicio de su felicidad, y eso no tiene precio”.

Para leer el artículo completo pincha aquí