Verónica cuando era estudiante quedó impactada por la realidad de los menores acogidos en una residencia que visitaron. Años más tarde, ya como médica, acudió a una charla sobre este tema y se decidió a dar el paso. 
“El primero llegó con 2 meses, la segunda con 9 y el tercero con 2, y ahora estamos a la espera de que llegue otro”, explica Verónica, quien no cree que haya que ser muy valiente para tomar esta decisión. “No lo siento así, me parece una experiencia muy positiva, das parte de tu vida por un niño que no es nada tuyo ni lo va a ser, pero lo que te mueve es darle la oportunidad de tener una familia, unos valores. Estoy dando mi tiempo y tengo tiempo para dar”. 

Las despedidas

No todo es un camino de rosas. En los acogimientos hay un momento en el que hay que decir adiós y el menor vuelve con su familia o es adoptado. “Es duro cuando se van, pero ya no se me hace tan difícil”. Lo importante es no tener afán de posesión y ser consciente de que un día se irán: “tú estás ahí para dar cariño y valores y recibes más de lo que das, tienes la sensación de haber participado en la vida de una persona”. 

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