En 2019, un grupo de padres y madres adoptivos de Cuenca empezaron a fraguar la idea de crear una asociación que les permitiera organizarse y hacer visibles sus problemas, como las consecuencias de la adversidad temprana. El parón provocado por la pandemia no los detuvo, y se constituyeron como la Asociación de Madres y Padres de Adopción, Acogimiento y Adversidad de Cuenca, una organización nacida para abordar las consecuencias de la adversidad temprana en los niños y hacer llegar los recursos necesarios a las personas que la han sufrido y sus familias.

Entrevista a Miguel Chillarón Yuste, presidente de la asociación:

¿Siente que existe un gran desconocimiento sobre la adversidad temprana?

Un niño que esté en adopción o acogimiento ha sufrido de alguna manera Adversidad Temprana. Nosotros lo decimos de una forma muy simple, la “Adversidad Temprana” es todo aquello que pasó durante el embarazo o en los primeros años de vida del niño y que no debía haber sucedido o todo aquello que no pasó y debería haber sucedido. ¿Qué no debiera haber sucedido? Un niño durante el embarazo si comparte la sangre de su madre que es alcohólica, va a compartir esas sustancias con su madre, entonces es posible que salga con un trastorno del espectro alcohólico fetal. O un niño que en sus primeros días sufre abandono, lo dejan a la puerta de una institución, o que no lo alimentan como corresponde. Y todas aquellas circunstancias que deberían haber sucedido: dar el pecho, dar calor, atenderlo cuando llora, estar presente. Sin embargo, hay muchos que han sufrido adversidad temprana pero siguen estando en sus familias biológicas, y eso no significa que sus familias hayan sido de alguna manera negligentes. Una hospitalización, un accidente traumático, fallece el padre o la madre, eso puede provocar adversidad temprana.

Y en su desarrollo, ¿cuáles son los problemas más habituales a los que se enfrentan estos chicos y chicas?

Los problemas más habituales son en el seno familiar y en la escuela. Se manifiesta con rabietas, a veces tiran cosas por los suelos, contestan mal, no duermen, tienen dificultades para regular la alimentación o la higiene personal. En el colegio tienen dificultades para atender, para estarse quietos, para comprender, y algunos manifiestan que son más revoltosos.

A un padre, madre o tutor que perciba que puede estar en una situación similar a la que describes, ¿qué consejo le darías?

Mi consejo es que no sufra en soledad. Hay soluciones. Yo, cuando más mejoría he visto en mis hijos, ha sido cuando he cambiado mi actitud ante ellos. Pasar de responsabilizarlos a decir: ¿Qué puedo hacer yo? Los que tengan esta situación, los primeros que se tienen que hacer mirar son ellos, no los hijos. Los hijos, como digo yo, son de libro. Se comportan como pone en los manuales, otros hijos no, pero los nuestros sí. El que no está en los libros soy yo. Soy yo el que tengo que pensar, “coño, no le puedo decir esto” y pensar cuales son sus disparadores. Si tú vas manejando eso, al final vas consiguiendo cosas. Hay que dormir mucho, no hay que cabrearse, no hay que hacer actividades que generen estrés. Si los padres lo sabemos, dejamos de convertirnos en un elemento más de riesgo para el crío, y pasamos a ser un refugio.

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