En un estado de enfado el niño o la niña no tiene ningún sentimiento de cercanía con el padre o la madre.

Cuando el niño reacciona de forma airada hacia su padre o su madre, a veces la respuesta es de rechazo y castigo. En ese caso, la parte disociada del niño percibe la postura crítica de rechazo de los padres, pero la desaprobación de estos significa muy poco para ese estado disociado ya que esa parte del yo, para empezar, siente muy poco apego.

Así empieza un círculo vicioso en el que la ira y la negatividad del niño y de los padres se refuerzan mutuamente.

Cuando el niño o niña está en un estado de ánimo positivo y disfruta de una atención positiva de los padres, estos tienen poca conciencia de que esas interacciones positivas no están siendo codificadas, ni recordadas, ni almacenadas en toda la mente del niño, sino que solo son recordadas selectivamente por la parte de apego del niño. Mientras tanto, el estado de niño enfadado se va desconectando y enfadando cada vez más cuando percibe pocas posibilidades de acceder al amor y al afecto que se reparte cuando está tranquilo.

Es fundamental que los padres comuniquen mensajes de apego a todo el ‘Yo’ del niño o niña. Esas comunicaciones pueden ser del tipo: ‘Ya sabes que te quiero en tu totalidad. Quiero a tu parte divertida, quiero a tu parte boba, quiero a tu parte bebé, e incluso quiero a la parte que rompió los juguetes o los deberes. También quiero a las voces de tu mente que a veces dicen cosas malas. Todo eso forma parte de ti y yo te quiero a ti. Incluso quiero a tu parte enfadada que ha destrozado cosas en casa. Ven aquí, quiero abrazarte entero. ¿Ha llegado mi abrazo a todas las partes de tu ser? Quiero estar seguro de que hasta el bebé que eras cuando ni siquiera te conocía, el de antes de la adopción, siente también el abrazo’.

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