Nunca era el momento, pues unas veces por trabajo, otras por no tan buena posición económica o porque era una decisión tan importante que nos daba miedo, no dábamos el paso.

Además, en nosotros había otras peculiaridades, como que yo soy paralítica cerebral, y no estaba segura de que fuese posible el acogimiento.

Tras el primer impulso toca comenzar a informarse y preparar la documentación.

Nosotros optamos por solicitar acogimiento permanente en familia ajena.

Finalizado todo el proceso de entrevistas y valoración llega la espera. Días que a veces se hacen interminables, y en los que la imaginación corre libre.

Cuando la niña entró en casa y en nuestras vidas para quedarse, nos cambió para siempre.

Ella llegó, y con ella sus ganas de vivir, su alegría, sus ilusiones, miedos, dudas, experiencias vitales, emociones, su inmensa capacidad de querer y ser querida. Y trajo a nosotros un mundo nuevo de sensaciones, de cómo ver y vivir la vida a través de alguien que a sus 11 años estaba, y aún está, despertando a la vida.

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